Lilith


Nací del primer barro, la única tierra, el lodo perenne, el fango de la humanidad intransigente. Todo marchaba bien en el paraíso. Libre al conocimiento de una generación, sin condiciones ni restricciones, el mundo era nuevo para mis ojos; maná por las tierras, belleza de acogida, habitad de los designios, manjares

Los ángeles habían caído ya, seres de luz y perfecto conocimiento, se vieron negados a arrodillarse ante nosotros. La inmundicia del hombre, creación favorita a los ojos de mi padre, demasiado mundana para ser custodiada por ser tan bello, libre de juicio, perfecto albedrío. ¿No era acaso que el señor, siendo todopoderoso habría previsto el negocio que prevalece al fin de los días?, ¿por qué jugar con los designios en su idea perfecta?, ¿por qué planear un destino deshonroso para mí?

El mundo era nuevo. Contemplaba con inmensa inocencia esta armonía, las aves en los cielos, los peces en el agua, los seres que reptaban. Ante mis ojos el fruto eterno, la flor en el tallo, la abeja y la miel. En la cópula de macho y hembra, la voluntad que ofrecen los instintos. Nosotros, aparentemente por encima de todo ser, tuvimos posibilitad de habitar el Edén siendo dueños de toda especie creada. 

De mi observancia nació mi necesidad de satisfacerme, fui dueña de mi placer.

Me conocí de palmo a palmo, de boca a pubis, mientras la creación proliferaba,  henchida de toda sexualidad observada. Ingenua ante los designios del cuerpo y la sensualidad, fui la primera en una vida, ahora olvidada por la perversidad de la estirpe.

Él se negó a amarme de la manera en que podía complacerme.

-        ¡Recuéstate! -habría dicho mi consorte-, voy a desposarte.

-        ¿Por qué he de yacer debajo de ti?, ¿no soy acaso tu igual?, ¿no tengo la misma piel, ni los mismos ojos, ni el alma plena? Yo también he sido hecha con el polvo mismo del padre -recalqué-. Yo soy tu igual. No pienso humillarme debajo de tus piernas.

Negada a los principios de una pasión monótona y sofocada por la postura de un hombre que buscaba en mi sexualidad artificio, renuncié a las demandas que un Dios omnipotente mantuvo para mí. ¿Era esto lo que mi padre me había deparado desde el comienzo?

 

El nombre verdadero, el jamás susurrado, puesto ante los ojos impertinentes de los nombres fue pronunciado desde mis labios rebeldes.

Unas alas sangraron de mis omoplatos, había llegado a ser como el ave que admiraba.

para llevarme por siempre al lugar de mis centros, mi cueva de inmundicia a los ojos de los profanos.

 

-      -Aquí estoy ante ti, demonio, fiel a mí misma, capaz de buscar mi satisfacción entre iguales.

Presa de la lujuria y del amor hacia mí como mi todo, del otro en la nada absoluta, conocí erguida los frutos del placer. Samael por el que cayó en batalla angélica, sabía su lugar en el inframundo, desleal al designio del patriarca. No puso resistencia, ni me embistió taurino, por el contrario, aprendió a gozar las exhalaciones que venían detrás de mí, al don de las culturas primigenias. Aceptó amarme del modo en que deseaba, arrancando orgasmos múltiples de donde nacieron centenas de hermosas creaciones. Nos tomamos, nos merecimos, vivimos.

No fui desterrada, soy dueña de mi. Recalco, apócrifa a la pieza de historia morada.

Han sido condenados mis hijos, mis genes, a morir a raudales por cientos y millones. Injurié el nombre, del conocido entre reyes y me hice promesas de destitución. 

-Tomaré el semen de los hombres, provocaré poluciones infinitas en las noches de tempestad, me imaginarán en todos los cuerpos cuando se entreguen a todas las nocturnas fantasías. Pero seguiré siendo yo, quien en el nocturno veneno, vendré al paraíso de ensueño para tentar.

Y seré siempre tuya, más, desleal a tu obediencia, hija de Dios.



06/04/2019




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