Sodoma
Moriré sin castidad.
He sido esclava de la lujuria
devorada por hambrientos reptiles
instintos perturbados, disolutos;
del coxis a la tierra -atracción infinita-
en la brama incandescente de mis sentidos.
Seré saqueada desde mi templo sacro,
ungida con el barro de la sed del hombre
fortaleza sin murallas, llevada por el huracán.
Un Dios Castigador y celoso -mandato de Padre-
me ha destituido de los ejércitos.
Quedan cenizas, fuego consumado
polvo de hojarasca en leves remolinos
agua destilada del rocío, sin mañana
sed que no se sacia, don infecundo
tranquilidad perenne del despojo.
Quiero mi tierra y fuego de vuelta
correr tras los ríos con pies descalzos
volar etérea en la neblina
enmendar las cicatrices con los años.
Placer semental.
Jinetes se empecinaron por envestirme
uno, dos, tres, diez, treinta, trescientos
sus larvas espinosas y agudas se deslizaron
por las voluptuosas montañas de mis cetros
en el cáliz de un elixir
justicia sin castigo, inequidad vil de mi ciudad.
Los cinceles que moldearon la columna de mi vértebra
malditos e incorrectos vendrán a consagrarse de desgracias
porque he sido inmoral ante los ojos castisímos
de una madre Santa nonata.
Poema publicado en la antología poética "Guelaguetza poética" editada por Omar Fabián.
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